Desde el santuario mariano, el arzobispo insistió en que es alarmante que “el pueblo de María” esté perdiendo la conciencia de su tradición y cultura polaca que es sensible al “don de la vida humana”.
Necesitamos una identidad cristiana, aseguró, “para no caer en el vacío existencial y perder la esperanza de vida. No debemos dejarnos privar de esta fuerza interior, cuya fuente está en Jesucristo, el Hijo de María”.
“Es necesario, por tanto, preservar esta identidad, porque nos da un sentido de conexión con Dios. De esta manera, profundizamos nuestra conciencia de que la vida humana tiene un valor único y que nadie puede aniquilarla, aunque sea imperfecta. La vida, desde la concepción hasta la muerte natural, sigue siendo un lugar de diálogo entre el hombre y Dios”, señaló.