22 de julio de 2025

Este 22 de julio, la Iglesia Católica celebra la fiesta de Santa María Magdalena, quien recibió el encargo de testimoniar la resurrección de Jesús. ¿Qué importancia tiene esta santa para el misterio central de la fe? El periodista católico italiano Vittorio Messori hace un recuento de ello. En su obra Dicen que ha resucitado: Una investigación sobre el sepulcro vacío, Messori profundiza en los hechos y datos que garantizan la historicidad de los pasajes del Evangelio sobre la resurrección. María Magdalena era —según el periodista italiano autor del libro entrevista Informe sobre la Fe, con el Cardenal Joseph Ratzinger, luego Papa Benedicto XVI— “la más generosa y apasionada” de todas las mujeres que siguieron de cerca al Señor durante su vida pública, se convirtió en la primera persona en ver al Resucitado y recibió la encomienda de anunciar la buena noticia a los apóstoles. La piadosa mujer corrió a cumplir con el mandato de Jesús, diciendo a aquellos temerosos hombres: “He visto al Señor” (Jn. 20, 18) y comunicándoles lo que hoy es el fundamento de toda la fe católica.

Un testimonio inválido

Para Messori, que los Evangelios narren que fueron mujeres las primeras testigos de la resurrección del Señor, es una de las pruebas fehacientes de su veracidad histórica. El periodista y apologeta cataloga los relatos evangélicos de la resurrección como “un conjunto unitario” vinculado enteramente por un “lazo femenino”. Fueron las mujeres quienes permanecieron junto a Jesús, desde la crucifixión hasta la mañana del domingo, siendo testigos de todo cuanto acontencía. “Tan solo las mujeres estuvieron presentes en los lugares de donde los hombres huyeron, o bien se escondieron en sus casas, dominados por la tristeza o paralizados por el miedo”, explica el autor. Si los Evangelios fueran una invención posterior de los apóstoles, como se ha afirmado en numerosas ocasiones, una historia como esta —donde las mujeres son protagonistas— “resulta incomprensible, pues los relatos estarían afectados de un masoquismo que manifiestamente les llevaría a no resultar creíbles”, asegura el también autor de Leyendas Negras de la Iglesia. Y es que para el periodista italiano, bastaría conocer, aunque sea solo superficialmente, “la poca estima en que se tenía a las mujeres en el antiguo Oriente semita (y no solo allí, sino en todas las culturas coetáneas)” para desestimar las afirmaciones de que los Evangelios son textos manipulados. “Hasta tal punto era machista aquella religión (el judaísmo antiguo), que ignoramos un buen número de los nombres femeninos del antiguo Israel, pues eran nombres referidos a la irrelevante rutina de la vida privada, y no a la historia, y no debían, en consecuencia, perturbar el contenido de los documentos importantes”, dice el autor. De hecho, en el Israel de tiempos de Jesús, las mujeres no podían ser testigos en ningún juicio o proceso. Existen numerosos pasajes del Antiguo Testamento que exhiben la posición vulnerable en la que se encontraba el género femenino en aquella sociedad. “¡Y sin embargo, las que en Israel no podían dar testimonio de nada, en el Evangelio dan testimonio de todo! ¡Son precisamente palabras de mujer las que fundamentan la veracidad de todo el Nuevo Testamento”, asegura Messori. Los relatos evangélicos giran en torno a estos testimonios inválidos. En Belén, fueron los pastores quienes dieron a conocer lo que se decía del Niño que acababa de nacer. También ellos, como las mujeres, estaban impedidos de presentarse ante un tribunal, por lo “impuro” de su oficio. “¡Así pues, esta historia iniciada con el anuncio de un nacimiento al que ningún circunciso y temeroso de Dios podía dar crédito, finaliza de manera idéntica, con unas voces femeninas indignas de ser escuchadas, indignas de todo crédito y al margen de la Ley!”, agrega el periodista italiano. El historiador judío Flavio Josefo lo confirma, escribiendo en sus Antigüedades judías que “los testimonios de mujeres no son válidos y no se les da crédito entre nosotros, por causa de la frivolidad y la desfachatez que caracterizan a este sexo”. Entonces, ¿cómo se explica el papel de relevancia supina que los evangelistas dan a la Magdalena —y las otras mujeres— en los relatos de la resurrección? Messori responde:  No hay otra explicación que la escrupulosidad en querer respetar la verdad de los hechos. Se quiera o no. Incluso al precio de arriesgar la credibilidad en lo que es, precisamente, el mensaje central de la fe”, escribe. Esta “obsesión” de los santos evangelistas por contar lo que verdaderamente sucedió se refleja en aquel encuentro del Señor con la más apasionada de sus discípulas, quien al escuchar su nombre se volvió y alcanzó a decir; “¡Rabbuní!, que quiere decir Maestro” (Jn. 20. 16). “El mantener un sonido, tal y como ha sido pronunciado, es una referencia expresa a que ha sido escuchado de viva voz de los protagonistas, es una señal de algo inolvidable, pues encierra en sí mismo la emoción transformadora de la verdad”, dice Messori.