24 de noviembre de 2025
Tras los concilio de Lyon (1245-1274) y la Bula Benedictus Deus (1336) de Benedicto XII, una de las más hondas y primeras explicaciones teológicas de lo que es el purgatorio se debe a una mujer: Santa Catalina de Génova (1447–1510), cuyo Tratado sobre el purgatorio se convirtió en un referente. Tiene una enseñanza positiva y no lo concibe como un lugar de castigo, sino un estado de amor purificador. Para ella, el purgatorio se refiere a almas que han muerto en gracia y que, por tanto, aman a Cristo. Ese amor se hace plenamente consciente al morir. “Explica que las almas del purgatorio están inmensamente felices de estar en el purgatorio, porque hacen la voluntad del Señor, que las manda al purgatorio para que se purifiquen y que las ha salvado del infierno, cuando a lo mejor no lo merecían. Por otro lado, también sienten un peso inmenso porque saben que Dios las ha amado y que ellas han respondido mal. Se sienten sumamente avergonzadas de todo lo que han hecho”, explica el P. Álvaro Bayan que actualmente estudia Comunicación Institucional en la Universidad Santa Croce de Roma y que antes de trasladarse a la capital italiana presentó en Toledo (España) su tesis de licenciatura sobre el purgatorio. En este sentido, las manchas veniales o de pecados mortales perdonados y no plenamente purificados impiden el encuentro con el Señor, la persona amada. Por eso, el purgatorio puede definirse como “la purificación en el amor y por el amor, es decir, un estado y no tanto como un lugar”, detalla el sacerdote. Antiguamente, en todas las representaciones “se ha representado el purgatorio como una suerte de fuego, de fuego purificador”. Sin embargo, “es más una metáfora, algo que nos puede hacer una idea en la cabeza de ese sufrimiento”, explica el sacerdote, que apoya su tesis en la tradición eclesiástica. Para san Julián de Toledo (642–690), una de las figuras intelectuales y eclesiásticas más destacadas de la Hispania visigoda, el fuego del purgatorio no es material, sino una metáfora para expresar el sufrimiento del alma que se purifica.
El purgatorio, “un estado, más que un lugar” Aunque ya se había hablado previamente en el segundo concilio de Lyon (1274), fue durante el Concilio de Florencia (1439) cuando la Iglesia formuló por primera vez la definición dogmática del purgatorio y ya lo define como “un estado, más que un lugar, para aliviar las penas que tienen que purgar todavía para ir al cielo”, detalla el presbítero. “El purgatorio no es un segundo infierno, ni tampoco es una segunda oportunidad, porque las almas que están en el purgatorio no pueden merecer, es decir, no pueden hacer actos propios para llegar al cielo. Simplemente es una espera a que se cumpla la justicia divina y que puedan subir al cielo; se puedan purificar completamente esos pecados que les quedan”, señala el sacerdote.
¿Cómo podemos ayudar a las almas del purgatorio? En este sentido, subraya que el purgatorio es como “una fase previa para ir al cielo”. Esa cita clave en la que la Iglesia Católica define de manera explícita y solemne la doctrina del purgatorio también explicita que los vivos pueden ofrecer sufragios para ayudar a las almas del purgatorio. “Nosotros podemos acelerar ese proceso para que se puedan purificar. Por ejemplo, ofreciendo misas, con oraciones, o dando limosnas y con otras obras piadosas”, explica. Por último, detalla que las únicas personas que van directamente al cielo “son los mártires que mueren por la fe o dando testimonio de la fe o aquellos que han tenido una vida grande de santidad, los grandes ejemplos de vida”. Con respecto a la condenación de hombres, no es que la Iglesia tenga una especie de poder de hacer canonizaciones: lo que hace es declarar que un santo se encuentra en la bienaventuranza eterna. “Son canonizados directamente una vez que son mártires; todos los demás, incluso muchos santos, pasan por el purgatorio. Pero las almas que están en el purgatorio ya están salvadas”, remacha el entrevistado.
Oración por las almas del purgatorio La oración de Santa Gertrudis por las almas del purgatorio es una plegaria reconocida en la tradición católica por la promesa que Jesús le hizo a la santa, de que cada vez que fuera rezada con devoción, mil almas serían liberadas del purgatorio. Padre eterno, yo te ofrezco la preciosísima sangre de tu Divino Hijo Jesus, junto con las misas celebradas en todo el mundo hoy, por todas las almas del purgatorio por los pecadores en todas partes. Por los pecadores en la iglesia universal, por aquellos en propia casa y dentro de mi familia. Amen
