30 de abril de 2025
ANÁLISIS: Aunque el Viejo Continente descristianizado parece estar volviéndose irrelevante en vista del actual desplazamiento del liderazgo de la Iglesia hacia el hemisferio sur, sus cardenales mantendrán, no obstante, un papel clave en las próximas deliberaciones. Cuando entren en la Capilla Sixtina para elegir al sucesor al trono de Pedro, los cardenales europeos llevarán sobre sus hombros una pesada responsabilidad por el destino de su continente, que se enfrenta a desafíos sin precedentes desde la Iglesia de los primeros siglos. En un momento en que algunos postulan que Europa podría perder relevancia debido a la creciente prominencia del Sur Global —donde la Iglesia crece con mayor rapidez—, sigue siendo, como su centro de gravedad institucional y teológico, un actor clave en el resultado del cónclave. Dado que actualmente 53 de los 135 cardenales electores provienen de Europa (un tercio de los cuales son italianos), sus prioridades y preocupaciones colectivas influirán no sólo en la elección del próximo Papa, sino también en la dirección de la Iglesia en un mundo que cambia rápidamente.
Sin embargo, cada vez es más evidente que el bloque europeo ya no está unido. Las divisiones sobre el legado de las reformas del Papa Francisco y la respuesta de la Iglesia a las diversas manifestaciones del secularismo reflejan profundas divisiones culturales y teológicas. Los cardenales europeos se enfrentarán a un difícil equilibrio: preservar las enseñanzas y la identidad tradicionales de la Iglesia y, al mismo tiempo, adaptarse a las nuevas realidades sociales.
Abordar el secularismo, el abuso sexual y las divisiones en la Iglesia
Una de las preocupaciones más apremiantes para ellos será el secularismo generalizado y la drástica pérdida de influencia religiosa en Europa. Antaño corazón de la cristiandad, Europa cuenta ahora con países donde quienes afirman no tener religión son mayoría. La asistencia a Misa ha disminuido drásticamente desde la década de 1970, y la influencia moral de la Iglesia en la vida pública ha quedado prácticamente anulada, especialmente en países como Francia y Alemania. La necesidad de abordar los crecientes desafíos a las instituciones religiosas y la libertad religiosa en estas sociedades seculares, donde los movimientos provida operan legalmente pero se enfrentan a una creciente presión social y política que amenaza su participación en el discurso público, podría ser una prioridad clave para muchos de ellos.
Estas alarmantes tendencias van acompañadas de un nuevo y significativo fenómeno: el espectacular aumento del número de bautismos de jóvenes adultos durante las celebraciones de Pascua en algunos países del Viejo Continente, entre ellos Francia, Inglaterra y Bélgica. La necesidad de acompañar adecuadamente este fenómeno para que dé frutos a largo plazo no debería pasar desapercibida para los cardenales electores, sobre todo considerando que los obispos de Francia acaban de anunciar la celebración de un concilio provincial para afrontar los retos de los nuevos catecúmenos a partir de Pentecostés de 2026.
Los cardenales buscarán un pontífice capaz de inspirar el respeto de los líderes europeos y de dirigirse a las generaciones más jóvenes en busca de referentes morales e identitarios, de un modo adaptado al lenguaje y a los códigos actuales.
Además, la crisis de abusos sexuales sigue siendo una grave herida en la Iglesia europea. Los escándalos en Alemania, Francia, España, Bélgica e Italia han dañado gravemente la confianza pública. Si bien el Papa Francisco introdujo algunas reformas, muchos cardenales europeos creen que se necesitan medidas más decisivas. Algunos impulsarán una mayor transparencia y rendición de cuentas, mientras que otros podrían ser más cautelosos al abordar reformas estructurales más profundas, por temor a que puedan crear un clima de excesiva sospecha y, en última instancia, socavar el sacerdocio y la autoridad de la Iglesia, o incluso poner en peligro el secreto de confesión.