24 de noviembre de 2025
El 25 de diciembre, Carlos Bobillo (conocido como «Bobi»), misionero laico del movimiento Hakuna, regresarà a su casa en Barcelona, España, tras tres meses de experiencia misionera en el vasto territorio de Canaima. Esta extensa zona forma parte del Vicariato Apostólico de Caroní, caracterizado por una inmensa biodiversidad y un rico patrimonio cultural.
La música, con su fuerza aglutinadora, y la adoración eucarística son los dos pilares sobre los que se desarrolla Hakuna, un movimiento nacido a raíz de la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro a partir de la intuición de un sacerdote español, don José Pedro Manglano.
«Dar a conocer a Jesús en estas zonas es una tarea laboriosa para la Iglesia diocesana, que solo cuenta con media docena de sacerdotes», cuenta Carlos, que desde el 5 de octubre ha acompañado al padre Xavier Serra, misionero español desde hace 25 años al servicio de las comunidades pemón, antiguo pueblo indígena que habita en el sureste de Venezuela, en la Gran Sabana, junto a la selva tropical. Son paisajes vírgenes e infinitos, de rara belleza, donde la dificultad objetiva de los desplazamientos complica el acceso a las comunidades dispersas en un territorio de 80 000 km². Se trata de una zona inmensa en la que se puede viajar principalmente a pie, por río o en avionetas.
En la región, la evangelización ha comenzado con la misión de la Gran Sabana de los franciscanos capuchinos, apoyada por los padres dominicos, hace poco más de 100 años. Aquella misión concluyó hace tiempo y ahora la Iglesia diocesana es responsable de este territorio. «La extracción ilegal de oro tiene graves efectos en la vida de los mineros, muchos de los cuales son menores de edad que sufren problemas de salud debido al trabajo en la mina y también de adicción, alimentada por las ganancias “fáciles”», afirma Carlos. «El altísimo coste de la vida –añade- también crea obstáculos para el trabajo misionero».
En las últimas semanas, Carlos ha acompañado al padre Serra en su vida cotidiana, entre celebraciones, lecturas compartidas de la Palabra de Dios, catequesis, ensayos musicales y encuentros con los jóvenes en la escuela. También ha colaborado en trabajos de archivo, jardinería, recolección de café, cocina, limpieza, o en momentos de ocio como nadar en el río o en la laguna, o pasear por la sabana.
Cada día, la vida cotidiana ofrece elementos de novedad y asombro en los que detenerse. «Esta misión no es fácil, pero el padre Xavier, con su espontaneidad, su cercanía y su amistad con el pueblo pemón, basadas en el respeto por las costumbres de estas comunidades, ha sido capaz de desaprender, redefinir sus prioridades, evitar el riesgo de la autorreferencialidad y mantener siempre presente que la misión solo puede nacer del encuentro con Cristo», explica Carlos, que elige la palabra «esperanza» para definir la experiencia de las últimas semanas. «La esperanza -concluye Carlos- es con lo que me quedo de lo que estoy viviendo. Y la esperanza ahora para mí es también haber conocido al padre Tirso Javier, un joven sacerdote pemón con el que he pasado unas semanas en la misión de Kamarata, escuchándole contar su vocación».
(EG) (Agencia Fides 23/11/2025)
