25 de noviembre de 2025
En un extenso documento titulado Una caro. Elogio de la monogamia, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe del Vaticano presenta una reflexión teológica sobre el valor del matrimonio frente a la poligamia, así como otras formas de unión no monógamas como el “poliamor”, que según constata, están “creciendo en Occidente”. “La poligamia, el adulterio o el poliamor se basan en la ilusión de que la intensidad de la relación puede encontrarse en la sucesión de rostros”, explica el Vaticano. Para ilustrarlo de forma metafórica, el texto cita el mito de Don Juan que evidencia que “multiplicar los rostros en una supuesta unión total significa fragmentar el sentido del amor matrimonial”. El texto recurre también a varios poemas sobre el amor de grandes de la Literatura universal como los escritores Walt Whitman, Pablo Neruda, Rabindranath Tagore o Emily Dickinson, así como filósofos como el danés Søren Kierkegaard. El texto, firmado por el Papa León XIV, no aborda cuestiones como la indisolubilidad conyugal o el fin de la procreación, sino que se concentra en profundizar en el matrimonio como una comunión integral: “Una comunión de amor y de vida que los dos cónyuges comparten, comunión que no está orientada sólo a la procreación, sino también al bien integral de ambos”. Desde las primeras páginas del documento se subraya que “bien entendida, la monogamia no es simplemente lo contrario de la poligamia”. Inspirándose en las enseñanzas de San Juan Pablo II, el Vaticano afirma que “sólo la monogamia garantiza que la sexualidad se desarrolle en un marco de reconocimiento del otro como sujeto con el que se comparte integralmente la vida”, ya que la unión sexual “puede tratar al otro precisamente como persona, es decir, como co-partícipe del amor y no como objeto de uso, únicamente si se desarrolla en el marco de una pertenencia única y exclusiva”. “Los que se entregan plena y completamente al otro sólo pueden ser dos”, afirma el texto tras constatar que en las relaciones no monógamas todos “serían tratados como medios y no como personas”.
Sexualidad: plena y abierta a la vida El texto deja claro que situar la sexualidad en el marco propio de un amor que “une a los cónyuges en una única amistad” no implica una “devaluación del placer sexual”. Antes bien, “al orientarlo hacia la entrega de uno mismo, no sólo se enriquece, sino que también se potencia”. Así, “la sexualidad ya no es el desahogo de una necesidad inmediata, sino una elección personal que expresa la totalidad de la propia persona”. El Vaticano critica la cultura contemporánea que reduce la sexualidad al consumo: “Han surgido diversos problemas originados por una búsqueda excesiva y descontrolada del sexo o por la simple negación del fin procreativo”. Por ello, el Vaticano defiende la apertura a la vida en la unión sexual como forma de expresión de “la caridad conyugal”. La unión sexual, se lee en el documento, «debe permanecer naturalmente abierta a la comunicación de la vida, aunque esto no significa que este deba ser un fin explícito de cada acto sexual». En el plano antropológico, el documento insiste en que “la defensa de la monogamia constituye igualmente una defensa de la dignidad de las mujeres”, pues “la unidad del matrimonio implica, por tanto, una elección libre de la mujer, que tiene derecho a exigir una reciprocidad exclusiva”.
En el universo de las redes sociales “proliferan la violencia simbólica y sexual” El Vaticano se pregunta cómo poder preservar la “posibilidad de un amor fiel y monógamo”. La respuesta es clara: la educación. El texto afirma que “el universo de las redes sociales, donde la modestia se desvanece y proliferan la violencia simbólica y sexual, muestra la urgencia de una nueva pedagogía”. En este marco, el noviazgo aparece como etapa formativa en la que “el otro es acogido como promesa de infinito”. Por ello, “la educación en la monogamia no constituye una restricción moral, sino una iniciación a la grandeza de un amor que trasciende la inmediatez”. Esta educación, señala el texto, “orienta la energía erótica hacia una sabiduría de la duración y hacia una apertura a lo divino”. En este sentido, asegura que la monogamia no es “arcaísmo, sino profecía”, y revela que el amor humano, vivido en su plenitud, anticipa de alguna manera el misterio mismo de Dios”.
Fundamentos teológicos y tradición espiritual El texto realiza un amplio recorrido por la tradición cristiana que ha sostenido y meditado la unidad matrimonial. Entre las numerosas citas patrísticas destaca San Juan Crisóstomo, quien veía en la unidad matrimonial un antídoto contra “un desahogo sexual desenfrenado, sin amor ni fidelidad”. También se recoge la enseñanza de León XIII, para quien la monogamia incluía una “defensa de la dignidad de las mujeres, que no puede ser negada o deshonrada ni siquiera por el deseo de procrear”. Además, asegura que la monogamia “va de la mano con el monoteísmo” y que si bien no está fundamentada en el Antiguo Testamento “Jesús devuelve la validez al proyecto original de Dios, yendo más allá de la norma dada por Moisés”. “El matrimonio cristiano en su autenticidad y plenitud es, por tanto, signo de la nueva alianza cristiana”, señala el texto.
El adulterio es la “antítesis del matrimonio” Citando el Catecismo de la Iglesia Católica, el texto también considera el “drama” de quienes, deseosos de convertirse al Evangelio, deben adecuar situaciones familiares complejas. Además de África, el documento dirige también la mirada hacia Asia. En concreto, en India, aunque “la monogamia ha sido habitualmente la norma y se ha considerado un ideal en la vida matrimonial”, la poligamia ha persistido en diversas épocas. En todo caso, tras reconocer que el adulterio es la “antítesis del matrimonio”, llama a acoger con sensibilidad pastoral a quienes “han compartido años de vida conyugal” en estructuras no monógamas. El documento subraya que la llamada “pertenencia recíproca” constituye un dinamismo permanente, no limitado por el paso del tiempo ni por la fragilidad de la carne. Por eso sostiene que “con el paso del tiempo, incluso cuando la atracción física y la posibilidad de tener relaciones sexuales se debilitan, la pertenencia recíproca no está destinada a disolverse”. Y añade que “la opción por la unión de los dos se modifica, se transforma”, sin perder por ello su carácter exclusivo.
Las enfermedades de una posesión indebida del otro Frente a esa visión del amor como respeto y reconocimiento del otro, el texto advierte sobre las distorsiones que aparecen cuando esta convicción se pierde. “Cuando no existe esta convicción, propia del amor verdadero que se detiene ante la dimensión sagrada del otro, se desarrollan fácilmente las enfermedades de una posesión indebida del otro: manipulaciones, celos, vejaciones, infidelidades”, alerta el documento. Al mismo tiempo recuerda que la auténtica pertenencia supone un delicado equilibrio entre unión y libertad: “La pertenencia mutua propia del amor recíproco exclusivo implica un cuidado delicado, un santo temor a profanar la libertad del otro, que tiene la misma dignidad y, por tanto, los mismos derechos”. El texto es explícito al condenar cualquier uso del otro como mero instrumento. “Quien ama sabe que el otro no puede ser un medio para resolver sus propias insatisfacciones, sabe que su vacío debe llenarse de otras maneras, nunca a través del dominio del otro”, afirma, advirtiendo que muchos deseos malsanos desembocan en “violencia explícita o sutil, opresión, presión psicológica, control y, finalmente, asfixia”.
“Hay que reaccionar a tiempo antes de que aparezcan formas de manipulación o violencia” Para evitar estas dinámicas destructivas, el documento insiste en que “no existe un modelo único de reciprocidad matrimonial”. Por eso anima a intervenir cuando aparecen señales de deterioro: “Cuando, en lugar de una sana pertenencia recíproca —aunque esto siempre requiera paciencia y generosidad—, se manifiestan en el cónyuge signos de irritación e incluso algunas faltas de respeto, hay que reaccionar a tiempo antes de que aparezcan formas de manipulación o violencia”. Ese “reaccionar” incluye un acto de afirmación personal. El documento propone una fórmula contundente: “La persona debe hacer valer su dignidad, poner los límites necesarios e iniciar un camino de diálogo sincero, de manera que se exprese un mensaje claro: ‘Tú no me posees, tú no me dominas’”. Y advierte que esta actitud es también un acto de amor, porque “en la lógica del dominio, también quien domina acaba negando su propia dignidad”. La monogamia, por tanto, se concibe como encuentro entre dos libertades “dejando siempre a salvo un límite que no se puede sobrepasar, que no se puede traspasar con la excusa de alguna necesidad, de una ansiedad personal o de un estado psicológico”.
La exclusividad del matrimonio “no es una posesión” La madurez conyugal supone comprender que la exclusividad del matrimonio “no es una posesión, sino que deja abiertas muchas posibilidades”. Entre ellas, respetar espacios personales, incluso secretos legítimos: “Por ejemplo, que uno de los dos pida un momento de reflexión, o algún espacio habitual de soledad o autonomía, o que rechace la intrusión del otro en algún ámbito de su intimidad, o que conserve algún secreto personal guardado en el sanctasanctórum de su conciencia sin ser seguido u observado”.Y a pesar de la plena unión, recuerda que “el matrimonio no nos libera completamente de la soledad, porque el cónyuge no puede alcanzar un espacio que sólo puede ser de Dios, ni llenar un vacío propio que ningún ser humano es capaz de llenar”. La relación matrimonial, sostiene el documento, siempre remite a Dios como fundamento: “Toda relación amorosa llama silenciosamente a la presencia de un Tercero infinito, que es Dios mismo”.
La caridad conyugal, motor de crecimiento La segunda gran clave presentada por el Vaticano es la “caridad conyugal” que tiene su centro en la voluntad: “Se expresa en la acción de la voluntad que quiere, elige a alguien, decide entrar en íntima comunión con él, se une libremente a esa persona”. Incluso cuando cambian los ritmos del cuerpo, “la unión afectiva permanece, a veces con gran intensidad, en la voluntad”. De ahí surge la fidelidad en las pruebas: “Sólo así es posible mantener la fidelidad en los momentos adversos o en la tentación, porque la caridad nos mantiene aferrados a un valor más alto que la satisfacción de las necesidades personales”. El documento recuerda los innumerables signos cotidianos de estas parejas: “Los numerosos testimonios de parejas en las que los cónyuges se han apoyado mutuamente (…) dando así testimonio de la importancia profética de la monogamia”. Finalmente, el Vaticano también alerta de que las parejas que se constituyen como un “nosotros” defensivo son, en realidad, “formas idealizadas de egoísmo y de mera autoprotección”. Por eso advierte contra “el riesgo de la ‘endogamia’, es decir, de un ‘nosotros’ cerrado, que contradice la naturaleza misma de la caridad y puede herirla mortalmente”.
