14 de noviembre de 2025
Los “fenómenos extraordinarios” que también en la Iglesia pueden acompañar ciertas experiencias místicas no representan nunca “condiciones indispensables para reconocer la santidad de un fiel”. Y cuando están presentes, no deben vivirse ni presentarse como “privilegios individuales”, sino como aspectos “orientados a la edificación de toda la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo”. Así lo ha recordado hoy el Papa León XIV, al insistir en el valor de la “vía ordinaria”, accesible a todos, a través de la cual se puede llegar a ser y permanecer cristiano.
La ocasión para estas valiosas reflexiones del Obispo de Roma ha sido el Congreso sobre mística, fenómenos místicos y santidad, organizado en Roma por el Dicasterio para las Causas de los Santos. Al recibir esta mañana en el Aula Pablo VI a los participantes del Congreso, el Pontífice les ha dirigido un discurso breve e intenso, en el que también ha hecho referencia a “manifestaciones que pueden ser engañosas”, recordando que “para no caer en la ilusión supersticiosa, es necesario evaluar con prudencia tales eventos, mediante un discernimiento humilde y conforme a la enseñanza de la Iglesia”.
Con la reflexión teológica, la predicación y la catequesis – ha subrayado el Papa Prevost al inicio de su intervención– “la Iglesia reconoce desde hace siglos que en el corazón de la vida mística está la conciencia de la íntima unión de amor con Dios. Este acontecimiento de gracia se manifiesta en los frutos que produce, según las palabras del Señor: ‘No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos. Cada árbol se conoce por su fruto: no se recogen higos de los espinos, ni se cosecha uva de los zarzales’”.
En la comunión eclesial, la experiencia mística de cada persona, “que supera el mero conocimiento racional”, cuando ocurre, se vive “no por mérito de quien la experimenta, sino como don espiritual, que puede manifestarse de diversos modos, incluso de manera opuesta: como visiones luminosas o densas oscuridades, aflicciones o éxtasis”. En cualquier caso, “estos acontecimientos excepcionales permanecen secundarios y no esenciales respecto a la mística y a la santidad misma: pueden ser signos, en cuanto carismas particulares, pero la verdadera meta” –ha reiterado el Pontífice citando a San Agustín– “es y sigue siendo la comunión con Dios, que es ‘interior intimo meo et superior summo meo’”.
También en el trabajo realizado durante los procesos de canonización para la proclamación de nuevos santos –ha proseguido el Sucesor de Pedro– “lo que más cuenta y debe subrayarse en el examen de los candidatos a la santidad es su plena y constante conformidad con la voluntad de Dios, revelada en las Escrituras y en la Tradición apostólica viva. Es importante, por tanto, mantener equilibrio: así como no se deben promover las Causas de Canonización solo por la presencia de fenómenos excepcionales, tampoco se deben penalizar si tales fenómenos caracterizaron la vida de los Siervos de Dios”.
Por esta razón, “con empeño constante, el Magisterio, la teología y los autores espirituales han proporcionado criterios para distinguir los auténticos fenómenos espirituales, que pueden suceder en un clima de oración y sincera búsqueda de Dios, de manifestaciones que pueden resultar engañosas”. El Papa Prevost también ha citado un pasaje de Teresa de Ávila, la santa cuya vida estuvo marcada por experiencias místicas extraordinarias: “En lo que está la suma perfección, claro está que no es en regalos interiores ni en grandes arrobamientos ni visiones ni en espíritu de profecía, sino en estar nuestra voluntad tan conforme con la de Dios, que ninguna cosa entendamos que quiere, que no la queramos con toda nuestra voluntad, y tan alegremente tomemos lo sabroso como lo amargo, entendiendo que lo quiere Su Majestad” (Fundaciones, cap. V, n.10).
(GV) (Agencia Fides 13/11/2025)
