04 de julio de 2025
La soledad se ha convertido en uno de los grandes males silenciosos de este siglo. Así lo advirtió recientemente el Papa León XIV durante su homilía en Pentecostés, señalando la paradoja de vivir “siempre conectados y, sin embargo, incapaces de establecer vínculos”. Para profundizar en este problemática social, EWTN Noticias entrevistó al psicólogo argentino Marcos Randen, miembro de la asociación de psicólogos católicos Pharus, quien explicó que esta realidad afecta a personas de todas las edades, sin distinción. “Vivimos en la era de la hiperconectividad digital, y paradójicamente en una profunda soledad. Que puede estar presente en el adolescente, en el joven, pero también en adultos o personas mayores. Es un problema que no tiene diferencia etaria y nos afecta a todos”, señaló Randen. Según el experto, la soledad no es un dato meramente emocional, sino “una consecuencia de la cultura en la que estamos inmersos, con muchas de sus conexiones vitales arruinadas” y donde “no hay conectividad emocional”. El especialista subrayó que no toda soledad es negativa. Existe una “buena soledad”, que permite el crecimiento interior y la formación de una personalidad equilibrada. Pero también hay una soledad dañina, que se manifiesta en vacío, tristeza y angustia existencial.
¿Cómo enfrentar este desafío?: el “anclaje” y el “foco”
Randen propuso dos claves esenciales: el “anclaje” y el “foco”. Durante la infancia, explicó, la seguridad personal (el anclaje) se sitúa en figuras externas como los padres, mientras la atención (el foco) se centra en uno mismo. Al alcanzar la madurez, esta dinámica debería invertirse: el anclaje debe estar dentro de uno mismo, mientras que el foco debe dirigirse hacia los demás. El problema, según el psicólogo, es que en la sociedad actual muchas personas siguen buscando su seguridad en lo externo —redes sociales, reconocimiento, éxito— y mantienen su atención en sí mismas, lo que alimenta el aislamiento y la soledad. “Como gran recurso en general para tener en cuenta, es poder intervenir en este sentido: lograr que nuestro anclaje sea interno, es decir, cultivar nuestra interioridad, por supuesto desde el punto de vista psicológico, pero también desde el punto de vista espiritual. Todos tenemos esa tendencia al absoluto, y si no cultivamos esto en la interioridad, entonces crece en nosotros el vacío, la soledad, la angustia existencial”, advirtió. “Y por otra parte, además de trabajar y cultivar el anclaje interno en el crecimiento de nuestra interioridad, hay que buscar salir al otro, poner el foco en los demás. Cuando uno es capaz de hacer eso, ahí la personalidad crece como espuma. Esto hay que buscarlo en los jóvenes, en los adolescentes y en nosotros también”, agregó.